El último saludo desde el escenario

Oía un sonido constante y confuso, como de pasos, que perturbaba mi dormir. En rigor, molestaba a mi intento, pues carecía de sueño en esa noche despejada y, salvo por aquel eco de caminata, silente. Después de unos minutos esperando que el sonido cesara, me levanté con desgano y, por qué no, un poco de ofuscación, con el firme propósito de descubrir quién carajo daba vueltas por la casa a esas horas.
Abrí la puerta esperando oír con mayor claridad el sonido. Para mi sorpresa, esa claridad no vino en forma de armonía o aumento de volumen, sino más bien de dirección. El ruido permanecía idéntico en todo aspecto, pero ahora la señal acústica parecía dibujar una saeta etérea; una orientación invisible, intangible, pero concreta. Haciendo caso a quizás qué sentido que lograba capturar las indicaciones, seguí los pasos sugeridos. Bajé y subí escaleras, entré y salí por puertas, abrí y cerré ventanas, y recorrí pasillos al revés y al derecho, siempre ensimismado siguiendo mi guía, para al final encontrarme bajo el marco de la puerta de mi propia habitación.

    -Llegaste -me dijo.
    -¿Qué haces aquí?
    -Tú dímelo a mí.
    -¿Eras tú la de los pasos?
    -Sí y no -contestó con voz suave y condescendiente-. Los pasos sólo estaban en tu cabeza.
    -Eso es absurdo -le grité.
    -Bienvenido a tu mente -dijo, con una pequeña carcajada y un amague de sonrisa.

Confundido, me senté en la cama a su lado y dejé caer mi cabeza sobre su pecho. Comenzó a acariciarme el pelo, recorriendo mi cabeza con movimientos suaves y delicados. La calma se adueñó de mi ser, y mi cuerpo cayó en placentero letargo. Tras unos minutos así, bañándome de paz, reanudé el interrogatorio.

    -¿Por qué?
    -Eso sólo tú lo sabes.
    -Me confundes. ¿Qué significaban esos pasos?
    -Los pasos eran un camino. Un camino que podías tomar o desestimar. Tú lo tomaste.
    -¿Un camino? ¿Un camino adónde? -pregunté.
    -¿Dónde te llevó? -me preguntó.
    -De vuelta a mi pieza, donde comencé -contesté con poca seguridad.
    -Ahí está tu respuesta.
    -Pero eso no tiene sentido. ¿Por qué tomaría un camino que da vueltas?
    -Lo importante no son los extremos, sino la trayectoria, lo que encuentras en el camino.
    -Entonces, ¿por qué estás tú aquí?
    -Ahí te equivocas, negrito. No lo estoy -dijo, para desaparecer sin dejar rastro.

P.D.: El título no sólo hace referencia al relato. En la entrada anterior dije que me tomaba un receso estival, pero ahora el receso es definitivo. Esta es mi despedida oficial del blog, el cual dejo en las expertas manos de mis colegas. Me vendí e hice un carelibro, así que si me da por escribir alguna imbecilidad como las que acostumbro, esa será mi nueva plataforma. Ha sido un gusto, y agradezco a todos los que comentaron alguna entrada o simplemente se dieron una vuelta entre las publicaciones. Buonanotte.

P.D.: Sí, me pongo cuático. ¿Y qué? Mi (ex) blog, mi entrada, mis reglas jajaja.