¿Por qué había de ser azul o gris? Siempre miraba al cielo con disgusto, pues el azul veraniego y el gris invernal le parecían incorrectos. Así que un buen día salió a la calle, alzó la vista, y eligió que entonces y para siempre el cielo sería amarillo. Y el cielo fue amarillo, sin importar el mes y estación del año.
Pero en verano el calor seguía torturándolo, mientras que en invierno el frío a veces se volvía insoportable. Después de un buen tiempo determinando la temperatura perfecta empíricamente, decidió entonces que todos los días el termómetro marcaría 18,7 grados. Y pasaron muchos años en que su vestimenta diaria no varió.
Fue de esta forma que cambió también el sabor del café, el olor de la humedad y la textura de las frazadas. Las naranjas ya no dieron jugo: se volvieron focos que alumbraban su hogar. La luz se volvió espesa y pudo saber, siempre y a ojos cerrados, si era de día o de noche.
Un buen día decidió que los víveres del almacén no tenían precio. Tomó unos cuantos del mostrador, los echó en una bolsa y se marchó. Al poco de caminar un agente policial lo detuvo. Al interrogarlo buscando las razones del absurdo atraco, explicó que las cosas que llevaba eran gratis. Tal convicción mostró, que fue derivado a un psicólogo especialista. Pero los intentos del experto por explicarle que no podía decidir cómo eran las cosas le parecieron tan fastidiosos que decidió que enmudeciera.
Fue a parar al calabozo, acusado de asestarle un golpe terrible a su terapeuta dejándolo mudo. Allí encontró a su compañero de celda, un asesino múltiple que con una sonrisa le prometió que su vida de preso sería un infierno. Entendiendo que el reo era un peligro, decidió que no debía vivir. Su compañero cayó desplomado, con un agujero atravesando su pecho del cual manaba sangre a chorros.
Fue condenado a muerte por apuñalar y dar muerte al homicida. Ya en el patíbulo, se enfrentó a sus verdugos, quienes le preguntaron si tenía unas últimas palabras que decir. Contestó que no le parecía correcto morir y que por lo tanto había decidido irse. Un segundo después desapareció en el aire.
La historia del loco desaparecido comenzó a circular con rapidez, pero con el tiempo se cuestionó la veracidad del relato y finalmente ya nadie lo recordó. Nunca más se apreció un cielo amarillo ni se pudo tocar la luz, y la libertad de los hombres se apagó para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario