A medianoche todos dormían. Todos menos él. Cuando el reloj de bolsillo, una antigua reliquia chapada en oro que ocultaba con celo en una chaqueta raída, marcaba las 00:01, salía a recorrer el pueblo.
Disfrutaba la soledad de las calles, la vista de la luna que sólo miraba él, y la compañía de los perros sin dueños ni ley. Después de unos rodeos, pasando por fuera de la taberna y sus paredes y puertas de madera sólida, y la visita invariable al salón de billar por cuyas ventanas se divisaban las mesas cubiertas por plásticos rajados, terminaba sentándose al abrigo de un viejo sauce cuya edad nadie podía decir a ciencia cierta, ni siquiera los descendientes del patriarca que fundó el pueblo.
Una vez acomodado sacaba de su bolso una vela, una pequeña caja de fósforos, una pluma exquisita, y una gran libreta gris y polvorienta. Absorto y en silencio, sin reparar en el mundo y sus inconsecuencias, escribía durante horas hasta que la pluma cesaba de emanar tinta. Sólo entonces emprendía el camino de vuelta a casa, entrando justo cuando los pájaros comenzaban su canto y el alba empezaba a despuntar.
Una noche más oscura que de costumbre, su reloj marcó las 00:00 y de inmediato dejó de funcionar. Extrañado y enfurecido, emprendió un camino distinto y directo hacia su árbol. No prestó atención a los perros, sus únicos amigos, ni se detuvo ante la taberna ni el salón de billar. Se acomodó de manera rauda y ajetreada, extrajo los útiles de su bolsa, y comenzó a escribir de forma acelerada. Su pluma anotaba palabras a mil por hora, trazando una danza airada sobre los papeles que sangraban de inspiración. De pronto dejó caer la pluma, cerró los ojos y exclamó al viento y a la noche: "He terminado". Un segundo después, una bala certera dio de lleno con su frente, atravesando su cabeza de principio a fin.
Cuando a la mañana un viejo sabio, un hombre brillante y por todos reconocido, pasaba junto al sauce, encontró al hombre muerto y una libreta gris abierta en la primera página. Tomó la libreta y leyó su contenido de principio a fin, sin detenerse en momento alguno. Cuando acabó, asustado y con la cara desfigurada, tomó unas ramas y hojas secas, cubrió al hombre con ellas, posó la libreta sobre él, y con los fósforos del difunto prendió una hoguera que arrasó con el solitario hombre nocturno y su gran obra maestra. Acto seguido se quitó el cinturón, se lo amarró al cuello, trepó como pudo al árbol, y se colgó de una rama con altura suficiente, pues después de lo leído comprendió que ya no tenía sentido vivir.
cuentate q decia la libretita poo!
ResponderEliminarjaja
iba a escribir lo mismo !
ResponderEliminarbis.... buen texto, me gustó.
ResponderEliminarBerni.
Les podría decir un par de cosas, pero lo que realmente me gustaría sería leer sus interpretaciones, tanto del cuento mismo como del contenido de la libreta.
ResponderEliminarDe todos modos:
Hint: Lea la entrada titulada Sin Palabras.
Hint2: Vea la imagen que acompaña esta entrada.
PS: Gracias por el interés.
La obra maestra no se completa en la vida, y menos puede expresarse con palabras. O mejor dicho, es la continua búsqueda de la obra da sentido a la existencia.
ResponderEliminarSiempre, toda obra artística es peor de lo que uno la imaginó en un principio, nunca alcanza las expectativas, pero tiene una gracia: cada obra de arte contiene en sí mismo algo propio de su creador; si se quiere, un trozo de alma en términos creyentes. La obra maestra es, por tanto, o imposible, o en caso de lograrse, el traspaso completo de la vida del artista en su obra.
En ambos casos, no queda nada después más que la muerte o el sinsentido...
¡Está bueno! Sobre todo al relacionarlo con la entrada "Sin Palabras".
ResponderEliminarLo asocio también a la excelente frase que aparece por ahí: "(...) sin reparar en el mundo y sus inconsecuencias (...)".
Creo que va por el lado de los significados, es decir, hasta qué punto los significados pueden trascender al ser humano que los comprende (¿o solo los crea?)
Así como el mundo es bastante absurdo (¡inconsecuente!), ¿es legítimo asignarle significado a las cosas? ¿Conceptos, ideas? ¿Existen ellas de verdad o son solo el producto de nuestro humano anhelo de asirnos a algo que esté fuera de nosotros - para sentirnos menos solos quizás?
Uf, certezas y dudas existenciales... un parto. Eso como contenido de la libreta.
Como cuento, me gusta la figura del reloj, que se detiene y hay que apurarse... no sé, es inminente, el tiempo asusta un poco.
Está excelente la relación entre este cuento y la poesía Sin Palabras! (por lo menos como lo entendí yo).